A ella ésto le hacía mucha gracia, y reía cada vez que lo oía, reía con esa risa que te gustaría escuchar, con esa risa que sin saber porqué te hace sonreir.
Okata pasaba los días cantando canciones que ella misma inventaba, hechas de cosas que la gente decía sobre ella.
Lo que más le gustaba de esas historias que contaban sobre ella era el final. Todas, sí, todas acababan igual:
Si la encuentras, no te preocupes, no tengas miedo, no corras, no te hará nada.
Si la encuentras mira a sus ojos y sonrie, podrás ver el porqué de todas las cosas bonitas.
